Maldita curva de A Grandeira, grande Angrois, Galicia …
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Objetos recordando a las víctimas del accidente ferroviario de Santiago, colocados en la Praza do Obradoiro: velas, flores y diversos elementos simbólicos homenajean a los heridos y fallecidos en el trágico suceso.
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Una curva se cruzó en el camino, una curva maldita que quería ser recta, pero que no lo consiguió y se llevó por delante a 79 personas. Qué más se puede escribir sobre el trágico accidente que tuvo lugar a las 20:41h del día 24 de julio de 2013, una noche que debería ser festiva en la ciudad del Apostol Santiago, la noche grande se volvió más grande, pero en lugar de la alegría y los festejos lo ocupó el dolor, la amargura, pero también la solidaridad. De las entrañas de la negrura surgió el espíritu de ayuda, de comprensión. Todos a una para paliar en la medida de nuestras posibilidades, lo posible dentro de lo imposible. El tren descarriló en un segundo fatídico, miles de toneladas agolpándose entre duras trincheras de hormigón. Hormigón armado que desarmó la vida de seres con un destino truncado.
La curva estaba ahí, ahora toca investigar, analizar, buscar entre lo inevitable de algo perfectamente evitable sino hubiesen confluido una serie de acontecimientos alineados que desembocaron en el peor de los desenlaces posibles. Muchos factores confluyeron aquella tarde fatídica. Cuando algo sucede no existe una única causa, aunque así nos lo pretendan vender.
Mientras tanto el tiempo pasa, el tiempo vuela, lejos de los pesados y duros raíles que no fueron capaces de contener ese torrente desbocado de metal fuera de control.
Ha pasado una semana, 7 días de luto, 7 días de pensamientos, de sentimientos, muchos segundos desde aquel fatídico instante.
El maquinista es humano, la máquina no, la desgracia tampoco lo es.
Un día que quedará marcado en la memoria de un pueblo, la imagen de Angrois se proyectó más allá de lo imaginable, una aldea global habitada por héroes cotidianos, seres humanos que no dudaron en volcarse con sus semejantes en una situación dramática a las puertas de su casa. Puertas que sirvieron para trasladar cuerpos, mantas que sirvieron para cubrir el dolor en caliente.
Galicia no tuvo su día, una vez más otra marea negra, esta vez con sabor metálico amargo, raíles torcidos por una vía tortuosa, por una orografía única, con miles de Angrois repartidos de norte a sur, de este a oeste. El noroeste del suroeste de Europa tiembla una vez más, pero se levanta y muestra su dignidad. Un pueblo que se merece días de gloria, un futuro recto, sin curvas malditas …
Objetos recordando a las víctimas del accidente ferroviario de Santiago en la Praza do Obradoiro, velas, flores y diversos objetos homenajean a los heridos y fallecidos en el trágico suceso. |
Xaime Cortizo Fotografía, Diseño y Comunicación Web