Es tiempo de castañas allá donde hay castañas y castiñeiros. Aquí no hay demasiados, abundan más esos árboles que huelen bien, pero que pocas más propiedades tienen, salvo arder como ninguno y beber como cosacos. Por eso el porte y la elegancia de esas caducifolias resulta muy sugerente, formas redondeadas que se adaptan al relieve, que alfombran de frutos el otoño que ya está instalado totalmente, diluvios particulares sobre la compostela hiperhúmeda. Mientras en la montaña ourensana el tiempo se detiene y se nota la paz de los monjes que llevan allí más de mil años, aunque ya no estén …
Xaime Cortizo Fotografía, Diseño y Comunicación Web


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